viernes, 27 de julio de 2012

Acerca de lo de Gallardón... yo no aborté

Yo no aborté. Y hoy, si me viera en una situación similar, volvería a actuar igual. El anuncio de Gallardón, de quitar el supuesto de la malformación del feto para abortar, ha generado una gran polémica. Y aunque ya han pasado unos años -esto es algo que nunca se olvida- me he armado de valor para contarlo hoy en mi blog (me he salido de los temas de actualidad y política que suelen traerme por aquí, que me perdonen mis seguidores).

Fue mi primer embarazo: estaba ilusionadísima, como todas las primerizas. Y a las 12 semanas llegó el diagnóstico: "es un feto acráneo, es incompatible con la vida", me dijeron. ¿Cómo??? ¡Pero si está vivo!! ¡Se está moviendo!!! ¡Y su corazón late!!!, decía yo mirando la imagen que salía por la pantalla del ecógrafo. Entonces me explicaron que se trataba de una malformación poco común, que se produce cuando debe cerrar la médula espinal y que no termina en espina bífida, sino en ausencia de huesos en el cráneo, haciendo de mi hijo un ser incompatible con la vida. ¿Qué soluciones médicas hay?, pregunté. "El aborto", me dijeron.

No puedo explicar el dolor que sentí. Mi hijo, que estaba vivo, tenía que dejar de estarlo, por mi decisión. ¡Pero si está vivo!, me repetía. ¡Cómo voy a decidir que deje de existir! Me sentía incapaz de decidir matar a mi hijo. No podía, era demasiado duro. Por otra parte, pensaba en los meses que me quedaban por delante y me decía: ¡qué horror! ¡cómo voy a seguir adelante hasta los nueve meses con un embarazo sabiendo que mi hijo morirá!! "Es mejor que tomes la decisión ahora -me decían los ginecólogos-, antes de que empieces a notar que se mueve, porque entonces te costará más". Y tomé la decisión.

No puedo abortar, me siento incapaz, le expliqué a mi marido. "Si no quieres abortar, no te preocupes, seguiremos adelante, con lo que venga", me dijo. Fue duro, lo confieso. Pero hoy lo volvería a hacer. Al poco, como me habían avisado, empecé a notar al bebé dentro de mí. Y un poco después, entendí que sólo tenía unos meses para hacer feliz a mi hija -ya sabía que era niña-: los que le quedaban de vida intrauterina. Me dediqué a disfrutar de todas las puestas de sol que podía, a vivir intensamente todos los buenos momentos que tenía alrededor, a comer un montón de cosas ricas, a escuchar la música que más me gustaba a todo volumen, a acariciarme la barriga y al bebé que llevaba dentro cada vez que se movía... Se trataba de poder fabricar todas las endorfinas posibles, y que éstas le llegaran a mi hija durante los meses que iba a estar junto a mí: eso es lo único que iba a poder darle, y quería dárselo a espuertas. 

Los meses pasaron, con mucha incomprensión de los que había alrededor, pero con un gran amor por nuestra parte hacia la hija que no veríamos crecer. Ella nació, y como nos dijeron, murió después de unas horas. ¿Fin de la historia? No, yo sé que hice todo lo que pude por ella. Yo sé que le dí lo único que le iba a poder dar: unos meses de vida. Y aunque lloré, fui feliz. Y aunque aún lloro, soy feliz. He tenido más hijos, todos sanos, como me dijeron que sería. Y a diario me acuerdo de la primera, pero ni con tristeza ni con pena: con nostalgia y con amor, de madre. 

No pretendo ponerme como ejemplo de nada, ni desacreditar ninguna de las múltiples opiniones que se han levantado en contra del anuncio del ministro de Justicia, como la carta de una pediatra a Gallardón, la del neurocirujano infantil o la de la madre que enterró a su hija de siete meses. La mía es otra experiencia: la de una madre que se negó a interrumpir un embarazo con una grave malformación. Y que aún se alegra de la decisión que tomó.  

lunes, 23 de julio de 2012

Del PP y su Comunicación de Crisis

"El fallo del PP es que actúa pensando en las próximas elecciones", me decía el otro día un político -que no es del PSOE- acerca de la gestión de la crisis que estaba haciendo el Gobierno. "¿Y qué político no lo hace?", le pregunté antes de recordarle que pertenecía a esa clase de "profesionales" dedicados al servicio público.

En cualquier caso, no podía darle la razón. El fallo del PP no es pensar en lo que vendrá después. Ojalá lo hicieran. Así, al menos, tendrían en cuenta la opinión de los ciudadanos que un día deberán decidir si les quieren de nuevo en el Gobierno o en la oposición.

El fallo del PP, como ha ocurrido en tantas otras ocasiones, es la ausencia de una eficaz política de comunicación de su gestión. De un modo bastante más duro lo comentó recientemente Antoni Gutiérrez-Rubí en El País: es la ausencia total de una política de comunicación lo que hace que su comunicación política sea un auténtico suplicio.

Precisamente, un reciente sondeo de Metroscopia sobre las medidas del Gobierno, ha sacado a la luz que más del 80% de los encuestados comprenden las protestas de los funcionarios por los recortes anunciados, y que además consideran que se extenderán hacia otros colectivos. Y esto se explica por múltiples razones.

Ahora que la distancia entre políticos y ciudadanos es cada vez mayor -y no sólo por la desafección de los últimos hacia los primeros-, la acumulación de una serie de pequeños privilegios que en momentos de crisis se convierten en enormes diferencias de clase, no hace sino contribuir a esa separación. El estancamiento de un sistema oligárquico y excesivamente cerrado aumenta la idea de que estemos gobernados bajo los intereses de pequeños grupos que acumulan muchas prebendas frente a una sociedad que ha de afrontarla con esfuerzo y grandes sacrificios durante los duros años de recesión antes de que mejore la economía del país. 


Estos días en los que el Gobierno ha iniciado un periodo desaforado de reformas, convirtiendo los viernes en el centro informativo de la semana por los acuerdos adoptados en el Consejo de Ministros, la imagen externa e interna es de una enorme inestabilidad. La revisión de tantas normativas, acompañadas en muchos casos por el cambio radical entre la anterior legislación y la nueva, ayuda a sembrar la desconfianza ante lo desconocido que está por venir. La inestabilidad política alimenta la inestabilidad económica y social, y éstas a su vez aumentan las decisiones políticas no previstas. La espiral es demasiado peligrosa.


Ahora más que nunca el Gobierno debe manejarse con una correcta, orquestada, completa y perfecta maniobra de comunicación para hacer llegar a la ciudadanía que las decisiones que se toman no sólo son fruto del atosigamiento de los mercados ni de las imposiciones europeas, sino que forman parte de un preciso plan para reponer las arcas, en el que está todo controlado y previsto, que no hay vacilación ni improvisación, que sólo toca el tiempo de "apretarse el cinturón". Y por eso no es de recibo ni creíble que la operación lavado de cara de los políticos del país sea reducirse entre un 5 y 10% el sueldo. 


Un nuevo sondeo, ahora el de Sigma Dos, advierte de la bajada del PP en 9 puntos en intención de voto, frente al escaso ascenso del 0'8% para el PSOE. Sólo IU y UPyD se salvan de la criba en un hipotético encuentro electoral, pero la situación de ingobernabilidad sería aún peor. De nuevo el PP se enfrenta a sus viejos fantasmas: la incapacidad de hacer llegar a la ciudadanía que tiene controlada la situación, que el mensaje es único, uniforme y tranquilizador. Que los temores de la sociedad son infundados. Y que nuestro Gobierno es capaz de resolver la situación, sea ésta cual sea. Porque, es capaz, ¿verdad?

miércoles, 4 de julio de 2012

¿Nuevos aires en el PP andaluz?

Javier Arenas se va a Madrid. Ya sabíamos, antes de que lo anunciara, que esto era posible. Toda vez que se quedaba fuera de la Junta de Andalucía, y que el logro electoral del PP era en vano sin la mayoría absoluta, en realidad lo único que desconocíamos era la fecha de la marcha. Los graves acontecimientos nacionales con la crisis financiera, y el caos comunicativo popular demostrado una vez más en esa ocasión, precipitaron la marcha. Pero era la crónica de una marcha anunciada.

Ya ocurrió lo mismo en el 96, cuando Arenas decidió saltar a la política nacional llamado por Aznar a su gobierno. Y ahora, aunque de momento no ha entrado en el Gobierno, el que ha sido líder del Partido Popular Andaluz durante los últimos 14 años ha anunciado su decisión de no volver a presentarse como candidato a la Junta de Andalucía.

Además, y para no "interferir", convocó un congreso regional que se celebrará en diez días y que elegirá a la nueva directiva del PP, la que más adelante decidirá el candidato que deberá intentar gobernar en el Palacio de San Telmo, porque las elecciones -como bien se encarga de recordar el PP-A un día sí y otro también- ya han sido por primera vez ganadas al PSOE en esta tierra con Arenas al frente.

Y ya que su marcha era precipitada, dejaba al frente del partido a su mano derecha: Juan Ignacio Zoido  -que no su fiel escudero: Antonio Sanz, quien marcha con él a Madrid-. Él ha sido uno de sus hombres de confianza desde que Arenas volviera a Andalucía en 2004, quien estuvo dos años al frente de la Secretaría General del partido -sustituyendo a Sanz- y quien recibiera luego el difícil encargo de pelear la plaza de la capital andaluza (objetivo logrado con notable éxito en las últimas elecciones municipales). 


Nada más recoger el testigo del partido a nivel regional, Zoido se reunió con los barones provinciales y aunque en un primer momento se resistía a optar a la presidencia del partido, finalmente anunció que así sería aunque su "prioridad será siempre Sevilla". El reciente paso de Mariano Rajoy por Sevilla ha servido, además, para "bendecir" su próxima elección como presidente popular andaluz. 


Se supone que la marcha de Arenas a Sevilla será total, es decir, que no estará tutelada a la sombra desde Madrid, como ocurriera durante los años de presidencia de Teófila Martínez. Pero quien queda al frente del PP-A ha sido el elegido por el propio Arenas. Y precisamente porque Zoido ya ha avisado que su prioridad es la alcaldía, todo el peso del partido recaerá en la figura del Secretario General, que será quien finalmente controle el partido. Pero 14 años llevando las riendas de un partido son muchos años como para marcharse a Madrid y olvidarse para siempre de lo que ocurra en su feudo electoral. De hecho, el propio Arenas es consciente de que aunque sea un confidente de Rajoy en muchos asuntos, el peso en el partido se lo da su tierra y sus votantes. ¿De verdad no va a controlar desde Madrid lo que aquí ocurra?


Lo cierto es que su primera intención ha sido ésa: marcharse y cerrar los ojos "para no interferir". El hecho de que parta con él el que ha sido su mano derecha en Andalucía, Antonio Sanz, es otra prueba de que queda parcialmente ciego a lo que en esta tierra ocurra. Por eso será tan importante la figura del nuevo secretario general: porque será el que deberá lidiar con el que ha sido durante 14 años y hasta ahora presidente.


Zoido no ha querido desvelar su nombre, pero sí que el modelo de partido a seguir será el marcado por Javier Arenas en estos últimos años y que ha llevado al PP ha ganar por primera vez las elecciones en Andalucía. Tienen mucha probabilidad de seguir con puestos de responsabilidad muchos de los que ahora están, como Ricardo Tarno y Carlos Rojas, portavoz parlamentario y granadino, está llamado a tener un papel relevante en el nuevo PP-A, además de por ser hombre de Arenas, por favorecer también el equilibrio territorial en una cúpula en la que Sevilla tendrá mucho poder. ¿Habrá entonces de verdad nuevos aires en el PP andaluz?