Las próximas elecciones europeas, que se celebrarán el próximo 25 de mayo en todos los países de la Unión, son el gran pulso que los políticos españoles deberán afrontar ante unos ciudadanos que las siguen viendo con una mezcla de escepticismo, estupor y lejanía. De hecho, la abstención es el gigante al que temen (o no) los grandes partidos españoles. Si sobrepasa el 50% de la participación sería un gran triunfo, aseguran en voz baja temiendo no llegar al 40%. Y por sí fuera poco, tanto el PP como el PSOE se juegan el todo en ellas.
Rajoy tendrá que validar ante la opinión pública sus políticas: si pierde su candidato será interpretado como un rechazo directo a las reformas que ha desarrollado en lo que lleva de legislatura, en pleno ecuador de su mandato. Por otra parte, supondría que perdiese también el "candidato de Rajoy", toda vez que Mayor Oreja decidió no presentase. Y para rizar aún más el rizo, el candidato del PP lleva cierto tiempo de desventaja frente a los demás, ya que no ha sido aún anunciado.
Rubalcaba, por su parte, se juega en estas elecciones la última carta que le queda. Si vuelve a obtener un pésimo resultado electoral no habrá manera de mantease ni un minuto más en el poder y se verá obligado a convocar las Primarias de inmediato. Quedará para siempre fuera de la política nacional de primera línea.
Y mientras los grandes deberán pelear una batalla campal, los partidos más pequeños ven en las Europeas su gran oportunidad de recoger los descontentos que siembran los grandes por un lado, y lograr una mayor representación que la que obtendrían en unas generales, por el otro. Al ser toda España una única circunscripción dentro de la UE desde el punto de vista electoral, la proporcionalidad en el reparto del voto es directa y no inversa. Es el paraíso soñado para los partidos minoritarios: unas elecciones sin la dichosa Ley D'Hont.
Estos partidos pequeños, como VOX por ejemplo, arañarán miles de votos descontentos del PP. Los de UPyD absorberán de nuevo el descontento socialista y además recogerán lo sembrado en estos últimos 5 años, cuando lograron sorprender a propios y extraños obteniendo un escaño en el Parlamento Europeo -representación que Sosa Wagner ha sabido llevar con dignidad-. Aspiran a superar esos resultados. Otros, como Ciudadanos, tratarán de acaparar al asfixiado electorado catalán no nacionalista. Y así, las minorías lograrán la mayoría suficiente para hacerse un hueco en el Parlamento Europeo.
Recientemente me aseguraba un miembro del Parlamento Europeo que las minorías, sobre todo las radicales y aquellas antieuropeas, no tienen absolutamente nada que hacer en una cámara dominada por la derecha democristiana, con una abrumadora mayoría. Europa es azul, y las minorías radicales no tienen hueco casi en su principal cámara. Están porque la ley lo permite. Otra cosa es que les sirva para algo.
Pero la desmembracion del voto español se debe más a otras cuestiones. Y eso quizá sea lo que más temen los grandes partidos en España: que los partidos minoritarios en España dejen de quedar reducidos a una mínima y ridícula presencia en Europa que, de ninguna manera, les pueda hacer daño en casa. Sin embargo, en Europa todo se negocia y decide en los pasillos. Y algunos de los candidatos de estos minoritarios cuentan con una amplia experiencia en el Parlamento, como es el caso de Alejo Vidal-Cuadras. Y eso, unido a la desmembración cada vez más evidente del electorado español que ya no es del todo rojo ni del todo azul, nos hará ver unas elecciones divertidas y atípicas cuanto menos. Serán el gran momento de todos los partidos pequeños. Por mucho que les pese a los grandes.
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