No hay nada que hacer. La Comunicación del Partido Popular no ha sido nunca uno de sus fuertes. Hoy tampoco.
En los días del gloria del PP, cuando gobernaba Aznar y la economía y España iban bien, se cometían errores garrafales de comunicación. Algunos fallos se produjeron por incapacidad de contraatacar rápidamente ante las puntas afiladas de la bancada de enfrente, como fue el caso de la foto de las Azores. Una terrible ingenuidad, junto con un nulo criterio de la objetividad y la empatía, fueron el caldo de cultivo perfecto para un cóctel molotof mediático muy explosivo que aún hoy le cuesta votos a los populares.
Unos meses después, una Crisis con mayúsculas mal gestionada -el 11M-, le costó al PP el gobierno de la nación. Hubo enormes errores de la gestión de la crisis: la mayoría, además, fueron tremendos errores en la comunicación. Les costó unas elecciones presidenciales.
Ocho años han pasado y sabemos que la sequía del desierto de la oposición no enseñó al Partido Popular que debía manejar mejor los tiempos, los temas, los titulares y los argumentos para vencer en esa guerra electoral que se libra a diario: la de la opinión pública. Sólo lleva unos meses en el Gobierno, pero no hay más que mirar los periódicos, Internet o Twitter para darse cuenta de que el PP tiene perdida la batalla de la calle.
Durante casi nueve años se nos ha estado intentando convencer de que Rajoy era un buen gestor pero un mal candidato. Tres asaltos electorales después, con dos fracasos y una victoria, sabemos además que es un buen gestor y gran trabajador, pero un pésimo comunicador. Y no sólo porque haya huido de la prensa tras anunciar importantes medidas en Sanidad y Educación.
Su cara a cara con Rubalcaba, en el que estuvo enfrascado en sus papeles gran parte del tiempo, dejó a la vista del público a un candidato prudente, que buscaba más la seguridad y la certeza de los datos que el convencer al gran público de su valía. Fue un debate en el que, en parte, Rajoy salvó los muebles gracias al gran error de Rubalcaba: enarbolar un discurso desde una hipotética oposición en la que su subconsciente le situaba y, lo que es peor, que él mismo se encargó de situar en el electorado.
Cinco meses más tarde seguimos constatando que el hoy presidente del Gobierno es un hombre serio, de trabajo, convencido de lo que tiene que hacer y que lo acomete sin demoras. No recuerdo una época en la que se esperara con más ansiedad informativa los Consejos de Ministros de los viernes: no hay uno en el que no haya sorpresas informativas o nuevas reformas por conocer.
Y precisamente, cuando más tiene que aplicarse el PP en explicar ante la ciudadanía las numerosas reformas de gran calado que va a llevar a cabo, más pincha. Ni una se ha vendido bien. Todas han fallado en la comunicación. Empezando por la del Empleo. Pero no por haber causado una 'cantada' huelga general, sino por un tardío spot publicitario que a pesar de ser bueno, falló en el timing: tuvo que ser retirado en plena campaña electoral andaluza y asturiana. Y hoy, sin campañas electorales y mucho que perder ante la opinión pública, el vídeo explicativo sobre la Reforma Laboral tiene en YouTube sólo 264 reproducciones. ¿Le parece a alguien de recibo?.
La Reforma Educativa es una bomba de relojería que aún no ha explotado. Sus propuestas de reducción del gasto público aumentando la ratio escolar, proponiendo el cierre de titulaciones universitarias sin un mínimo de matriculaciones, condicionando las becas para la Universidad también a los resultados académicos, sacarán a los alumnos y profesores a la calle dentro de muy poco. Y sin embargo, muchos en privado son capaces de reconocer que hay demasiadas universidades en España, que los jóvenes hipotecan años de estudio para ser titulados en paro, que los gastos son excesivos y que hay que hacer algo... "Algo sí, claro, pero no ésto", afirmarán. Es evidente que no se comunicó bien.
La Reforma Sanitaria sólo ha dejado en la retina de los españoles que los jubilados podrán llegar a pagar hasta 8 euros al mes por sus medicamentos. Sin embargo, son muy pocos los que saben que los parados dejarán de abonar en las farmacias por esta medida. Si lo negativo triunfa sobre lo positivo es sólo por una mala gestión de la comunicación de las medidas. Si bien los ministros responsables (Sáez de Santamaría, Báñez, Wert y Mato en este caso) supieron explicar con claridad sus iniciativas, la maquinaria mediática ha pillado a contrapié a la comunicación institucional. La ingenuidad, falta de previsión y de organización, el desconocimiento del pulso de la opinión pública, la torpeza para propagar eficazmente los mensajes y una total incapacidad para la reacción son algunas de las causas de este caos comunicativo.
Y todo esto coincide con el doloroso conocimiento por parte del público de una importante amnistía fiscal. Para muchos resulta insultante. Para los profesionales de la comunicación institucional también, pero además por otros motivos.
P.D.: este artículo se ha escrito sin citar una sola vez la palabra "recorte" ;-)
Contra desinformación, más educación
Hace 18 horas
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