Ya ha pasado un año, y podemos decir que ha sido y es uno de los movimientos ciudadanos más importantes de la historia de la democracia de nuestro país.
Nació, cuajó, se convocó y se retroalimentó a través de las redes sociales. La confluencia de varias quejas ciudadanas transmitidas a través de la red, fraguaron iniciativas del tipo #Nolesvotes, donde se recordaba a los ciudadanos que había tres grandes partidos políticos en España que actuaban en contra de los intereses de la ciudadanía en favor de su partido o en connivencia con grandes lobbies (el sempiterno poder financiero de los bancos y la enorme influencia de quienes en defensa de los derechos de autor pretendieron poner cotos a la libertad de información en Internet).
Simultáneamente, otros movimientos, como #DemocraciaRealYa reclamaban unas maneras más abiertas de hacer política, más participativas, menos opacas y, en definitiva, más democráticas. Fue DRY quien tuvo la iniciativa de convocar una gran manifestación ciudadana para reclamar cambios en el sistema político de nuestro país que, sobre todo, se cebaba siempre con los más débiles. Más de 50 asociaciones ciudadanas independientes se adhirieron a la iniciativa, la secundaron, y se convirtió en una gran concentración ciudadana simultánea en las principales plazas de todas las ciudades españolas. Mientras, los dirigentes políticos y muchos medios de comunicación miraban atónitos sin entender qué estaba pasando. ¿Es esto una primavera española? ¿Los aires de cambio del pueblo árabe -que vivía en aquellos días la caída de diferentes regímenes autoritarios gracias a la presión ciudadana en las calles- han contagiado a este mestizo país?
Pronto fue calificado como el movimiento de los "Indignados", ya que era el sentimiento común que tenían todos aquéllos que apoyaban de alguna manera aquella demostración silenciosa de fuerza. Pero una cosa tan grande no podía morir en un sólo día. Los concentrados no querían ni debían irse, asombrados de su propia fuerza. Y el 15-M acampó en Sol. Y empezó a hacerse aún más fuerte. Muchos que habían quedado en sus casas esa tarde de sábado, se levantaron en los días posteriores y se sumaron de alguna manera a la queja. Su reflejo crecía también fuera de España. Las embajadas españolas en el exterior empezaron a vivir sus propias acampadas, y a recibir muestras de apoyo y simpatías. Ya había una #spanishrevolution.
Ese fue el verdadero punto de inflexión. ¿Cuál es la queja? ¿Qué pide el 15-M? ¿Hay algún tipo de manifiesto? ¿Cómo se concretan las peticiones? ¿Quedarán acampados en todas las plazas hasta cuándo? ¿Es verdad que no hay políticos detrás? -Rubalcaba era señalado directamente en la intimidad por numerosas voces peperas, IU cosechaba pitadas en Sol y UPyD callaba mientras soñaba con la posibilidad de romper el bipartidismo en los Ayuntamientos y en el Congreso-.
La fuerza de este movimiento callejero, su popularidad y capacidad para generar adhesiones, fue en parte también culpable de su apocamiento. Elaborar un primer manifiesto fue demasiado complejo. Organizadas las distintas acampadas en asambleas de trabajo, unir las quejas de tantos fue excesivamente complicado. A los pocos días de nacer, circuló el llamado "Acuerdo de mínimos", destinado sobre todo a reclamar cambios políticos: separación de poderes, reforma electoral (listas abiertas, financiación transparente de partidos y desechar la Ley D'Hont entre otras), luchar contra la corrupción a través de un mayor control ciudadano y más transparente y hacer más participativo el sistema político. Pero no fue suficiente, y el eslogan que se hizo fuerte "No somos mercancía en manos de políticos y banqueros", exigía acabar con determinadas injusticias económicas, sobre todo en el sistema financiero. Y mucho, mucho tiempo después del 15-M llegó el ansiado Manifiesto que aún hoy cuelga en la web de DRY: demasiado poco concreto y cargado de utopías sociales, políticas y económicas.
Y hoy, un año después, el movimiento ha sufrido una escisión entre los que quieren instalarse dentro del sistema como asociación política (e intentar cambiar las cosas desde dentro, se supone) y los que consideran que eso sería el fin y deben mantener su fuerza como lo que son: un movimiento ciudadano espontáneo, con numerosas adhesiones y capaz de canalizar el descontento de muchos por un sistema excesivamente viciado por el paso de los años y los pésimos e inútiles sistemas de control.
La gran dificultad estuvo en la propia definición del sistema. Había que haber acotado más, haber concretado, y haberse ceñido a unificar bajo las peticiones que eran comunes a todos. Hoy, la situación política y económica ha empeorado enormemente. El movimiento social ha salido a la calle como si hoy fuera 2011, pero algo ha cambiado sin duda. La fuerza inicial ha dejado paso a una permanencia de reclamaciones, pero con el yugo del tiempo que obliga a aceptar que todo sigue igual.
Es posible que ésto sólo sea el comienzo. Que haya otros muchos 15-M y que se aprenda de los errores, se unifiquen criterios y peticiones, se acoten demandas y se concreten exigencias. Puede ser que los ciudadanos hayan decidido que esto es el comienzo del fin, y que las nuevas tecnologías jueguen aquí el fundamental papel que el sistema político les niega. Es probable que las gravísimas crisis económica, financiera, política y social se sumen a la revolución tecnológica y de la información y vivamos el inicio de una Nueva Era histórica, muy lejos ya de la Edad Contemporánea que naciera con la Revolución Francesa en 1879.
martes, 15 de mayo de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario