Ayer, casualmente, me encontré entre mis manos un artículo que contaba una historia impresionante. Tanto me impresionó que me hizo llorar.
Quizá me sorprendió la lectura encontrándome yo más emotiva de lo normal, pero de verdad que lloré. Y me hizo pensar en la fortaleza con la que los niños pueden afrontar una enfermedad y en las lecciones que nos pueden dar a los adultos en esos momentos.
No sé si es que, sin motivos -gracias a Dios-, me sentí identificada o que se removía algo en mi interior mientras leía, pero todavía me pone los pelos de punta pensar en esos padres abriendo cajones o armarios y encontrando nuevos regalos que su hija les dejara escondidos cuando intuía que ya le quedaba poco tiempo por delante para vivir y mucho amor dentro aún para dar a los demás.
Sencillamente, me parece que es una historia impresionante.
viernes, 27 de noviembre de 2009
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